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martes, 5 de agosto de 2003

Municipios en conflicto

Tomo el título de esta contribución del libro que coordinó y publicó Carlos Martínez Assad en 1985, cuando la insurgencia electoral municipal estaba en su apogeo en nuestro país. Hoy, que recién ha culminado la contienda electoral que redibujó la geografía política de nuestra entidad, debemos más bien hacer referencia a conflictos de otro orden, el de los territorios en debate que han calentado los ánimos en “los Balcanes de Guanajuato” (L. F. Macías dixit).
El detonante fue el reciente –y ya vetado decreto del Congreso local que dictaminó los límites entre los municipios de Uriangato y Moroleón, así como los de Purísima y San Francisco del Rincón. Debemos partir de que cualquier decisión sobre un asunto tan peliagudo, que acumuló décadas de acalorados debates y disputas entre autoridades y ciudadanos de esos municipios, no podía satisfacer a todos los involucrados. Una de las partes debía salir aparentemente más perjudicada que la otra; todo negociador sabe que es imposible conceder sin ceder.
Hay que reconocerle a esta legislatura saliente el haber tenido el valor de emitir un fallo, en el sentido que fuese, sin haber acudido al recurso fácil de dejarle la papa caliente a la siguiente asamblea. Podemos estar o no de acuerdo con el sentido del veredicto, pero al menos se ha destrabado un viejo problema que aparentaba ser irresoluble. Los que se sintieron afectados con el decreto lo atacaron mediante las vías pertinentes, y han logrado convencer al ejecutivo de la necesidad de vetarlo. Sin embargo, es de esperar que más temprano que tarde se generen negociaciones que permitan quitarle emotividad al asunto y más bien buscarle vías de solución. Queda claro que no puede mantenerse la indefinición, pues eso perjudica a las administraciones municipales y a los propios ciudadanos, porque la tierra de nadie siempre provoca malentendidos y desentendidos.
Con afán de contribuir en alguna medida al logro de un buen entendimiento entre las partes, yo propondría que además de considerar los factores históricos, demográficos y administrativos de asunto, que al parecer sí fueron tomados en cuenta por el estudio que el Congreso encargó a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (documento que yo solicitaría que fuese puesto en la página electrónica del Congreso, para que los ciudadanos lo conozcamos), también se tengan en mente las exigencias que dicta la realidad económica y la dinámica social que se ha impuesto entre esos municipios en las últimas décadas. Creo que los argumentos históricos son válidos, pero no deben pesar más que las circunstancias concretas demandadas por la cotidianidad, así como las redes sociales y económicas que sostienen la convivencia entre grupos e individuos. Para detectar esta realidad y la percepción del ciudadano común acerca de su entorno, yo propondría que se levantara una encuesta profesional, e incluso que se ejercitara eventualmente un referéndum que sostuviera la decisión futura que emita la nueva autoridad legislativa. No sería demasiado complicado elaborar un estudio socio-político que rescatase el sentir de los habitantes de cada municipio.
Tengo la impresión de que en la decisión del Congreso pesaron más los argumentos de orden histórico y tradicional, que los razonamientos con más base en la situación concreta en la que se gestan los vínculos entre estos municipios. Hay que ayudar a superar las rivalidades y los rencores históricos, promoviendo una actitud de colaboración e interdependencia. No podemos ignorar que se trata de dos pares de municipalidades que han establecido relaciones aparentes de subordinación entre el municipio “rico” y el municipio “pobre”, pero resulta que los primeros, los “ricos”, tienen un historial relativamente más reciente y con menores glorias legendarias que los segundos, los “pobres”, que presumen de méritos pasados que sustentan un orgullo regional bien definido, pero que hoy se ve lastimado cuando la nueva realidad impone la subordinación económica ante sus envidiados vecinos.
En alguna medida me recuerda a la relación histórica que ha tenido nuestro país con los Estados Unidos. Para nosotros, ellos son los vecinos advenedizos que se robaron la mitad de nuestro territorio y que lo convirtieron en un vergel al que emigran cientos de miles de nuestros paisanos en busca de empleo . Es evidente que envidiamos su progreso material y que nos refugiamos en las glorias de nuestro pasado, cuando ellos eran un puñado de peregrinos muertos de hambre mientras que los mexicanos habitábamos en los cómodos palacios de nuestras grandes ciudades. Pero reconozcamos que esta envidia es improductiva, y que afortunadamente en los últimos años hemos cambiado nuestra actitud hasta dejar de ser vecinos rencorosos para convertirnos en socios, lo que eventualmente nos permitirá compartir algo de su progreso material.
Esta última debería ser la actitud que domine las negociaciones entre los municipios en conflicto. Deben asumirse en su vecindad irremediable, pero que plantea oportunidades de colaboración. San Pancho y Moroleón son dos focos muy dinámicos de la economía guanajuatense; Purísima y Uriangato son dos fuentes de orgullo histórico y cultural, que podrían involucrarse en un proceso de desarrollo regional más amplio, que con el tiempo podría traducirse en oportunidades compartidas, y no excluyentes o subordinadas como sucede hoy.

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