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viernes, 15 de agosto de 2003

Sociedades secretas y esoterismos políticos

Es de llamar la atención el cúmulo de reacciones que ha suscitado el libro del periodista Alvaro Delgado denominado El Yunque, la Ultraderecha en el poder, tanto dentro como fuera del Partido Acción Nacional. Algunos de sus militantes más destacados, como Juan Miguel Alcántara, Javier Corral, Alberto Cifuentes y otros, integrantes del llamado tronco democrático, han demandado que se haga una investigación profunda sobre el grado de infiltración que dicha organización enigmática ha logrado consolidar al interior del partido albiazul y sus gobiernos. Otras tendencias, sin embargo, han negado la veracidad de buena parte de la información contenida en el libro, o incluso han cuestionado la existencia misma de esa sociedad secreta, como lo expresó recientemente el gobernador Romero Hicks, quien la equiparó con otras asociaciones “leyenda”, como los masones y los rosacruces. Por su parte el diputado Ling Altamirano expresó que no le molestaba que lo vincularan con esa agrupación, que finalmente no es ilegal; sí le molestaría en cambio que alguien lo acusara de haber violado la ley.
Me llamó la atención que nuestro gobernador califique a movimientos como el de los masones y los rosacruces como “sociedades secretas leyenda”, porque, por lo menos en el primero, es clarísimo que no es el caso. Los masones han tenido una existencia histórica ampliamente documentada y de gran trascendencia en nuestro país; su existencia nunca ha sido negada por sus integrantes, y hoy en día tienen presencia constatable, locales físicos donde se reúnen, jerarquías y autoridades conocidas. Por su parte, los rosacruces continúan reclutando seguidores de su ideología iluminada, se anuncian abiertamente en la prensa y circula material impreso con su sello de autoría. Sinceramente me cuesta trabajo concebirlos como una leyenda.
En fin, considero que no se puede negar que ese texto de Alvaro Delgado, con todas las limitaciones que le podamos encontrar, vino a levantar ámpula en las conciencias e identidades de los militantes y simpatizantes de un partido que puede presumir uno de los currículos más democráticos de nuestro país, ya que esta vinculación resulta incómoda al tratarse de una agrupación de carácter hermético y con ideología conservadora fundamentalista. Ya Granados Chapa ha señalado algunos de los problemas que son evidentes en el libro, relacionados sobre todo con el hecho de que la investigación que realizó el periodista se basó en los archivos de la extinta Dirección Federal de Seguridad, cuyas fichas frecuentemente se basaron en dichos de terceros, chismes y calumnias, producto casi siempre de pesquisas sumamente defectuosas que realizaban agentes poco capacitados. Podemos suponer que algunos de los nombres y pseudónimos relacionados en el libro son meras especulaciones policíacas, por lo que los prestigios de las personas aludidas sufren un daño que puede ser irreparable. Pero tampoco podemos caer en la ingenuidad de creer que toda esta organización es producto puro de la imaginación. Yo creo que El Yunque no es una leyenda urbana: es una organización que pertenece a la misma tradición que la Base, la Legión, la ACJM, el Sinarquismo, el MURO y otras agrupaciones que se comprometieron a defender valores conservadores y sectarios, muchas veces amparados en la secrecía y el misterio.
Mi conclusión personal es que, respetando siempre las dignidades y prestigios de los personajes señalados en el libro como presuntos miembros del Yunque, el Partido Acción Nacional, así como toda organización social o política de carácter legítimo y abierto, debe mantenerse ajena a la intervención de cualquier agrupación arcana o misteriosa, no importando el carácter que tenga o la ideología que defienda, ya sea de derecha, de izquierda, esotérica, religiosa, iluminada o mesiánica. La política debe ser una actividad abierta y disponible sólo para las agrupaciones que se atrevan a dar la cara y arriesgar su nombre y su prestigio. Los movimientos oscuros, ya sean fraternidades, grupos de iniciación, cuerpos solidarios o conjuntos de complicidad o confabulación deben quedar fuera de las posibilidades de alianza o asociación con los partidos políticos legales. De no hacerlo así, se estaría poniendo en riesgo la viabilidad y la congruencia del esquema de convivencia democrática que estamos tratando de tejer en nuestro país.

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