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martes, 19 de mayo de 2009

Influenza nacionalista

Existen eventos que marcan a las generaciones, sucesos que por su alcance o dimensión tocan de manera directa o indirecta a la mayoría de los coetáneos, y con ello dejan cierto sello en la conciencia colectiva que les hará distintivos ante el resto de las cohortes de edad. La generación de mis padres, hoy setentones, fue marcada por la masacre de Tlatelolco, la olimpiada y la ideología rebelde de los sesenta. A mi generación nos impactó el terremoto de 1985, las crisis económicas recurrentes, la caída del muro de Berlín y la democratización de México. Es probable que mis hijos sean marcados por el recuerdo de la “influenza” de este año y el show mediático que la acompañó. La videocracia que hoy nos domina ha logrado trivializar y hasta comercializar las amenazas de pandemia: durante semanas nos han bombardeado con “información” reiterativa, machacona y con frecuencia dramatizada. El pobre niño de Veracruz, la presunta primera víctima del mal que afortunadamente sobrevivió gracias a sus anticuerpos y no por la asistencia del Estado, ya debería cobrar derechos por su historia. Las televisoras han convertido esta emergencia en una telenovela con capitulado diario, dramatizando, exagerando y deformando. Un ejemplo ha sido el manejo que le han dado a las reacciones que han tenido algunos gobiernos extranjeros ante la emergencia: algunos suspendiendo vuelos hacia nuestro país, otros metiendo en cuarentena a los mexicanos desafortunados que andaban por ahí, otros más advirtiendo a sus ciudadanos no viajar a México. Las televisoras y muchos otros medios conocen nuestra afición al martirologio nacional, nuestra fruición por sentirnos ofendidos ante cualquier cosa que atente contra nuestra “dignidad” o nuestro sentir nacional. Olvidamos que los gobiernos tienen su principal compromiso ante sus pueblos, y que en casos que representan una amenaza real, no hay espacio para la diplomacia. Los chinos, por ejemplo, no trataron a los mexicanos de forma diferente a como ellos tratan a cualquier nacional o extranjero que represente una amenaza a la salud pública. Su proceder es siempre autoritario, y sometieron a cuarentena también a más de un centenar de chinos. Hay que recordar que los mexicanos no somos muy diferentes en nuestro trato con los asiáticos o los sudamericanos cuando es nuestro turno: en las redadas del Instituto Nacional de Migración abundan los abusos y malos tratos hacia “chinitos” y sudacas. Los chinos y los argentinos tienen demasiado qué temer de una pandemia. Ambos países han padecido males desastrosos como el SARS, cólera, fiebre amarilla, influenza aviar, etcétera. China está sobrepoblada y sus ciudades son una bomba de tiempo epidemiológica. La Argentina va a entrar en su invierno y la nueva influenza sería desastrosa en un país que sigue batallando con otras epidemias endémicas. Aquí no hay nada de discriminación: es sólo responsabilidad, la misma que tuvo México al atajar el mal con uno de los operativos más radicales que se han visto en el mundo. Bien por todos.

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