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viernes, 18 de septiembre de 2009

Independencia sin petróleo

Independencia sin petróleo


Publicado en de León.
También en 15Diario, cotidiano electrónico.

Este 15 de septiembre fue particular, diferente. No me refiero a las formas, sino al fondo. En esta ocasión nos afectó un ambiente de crisis y preocupación generalizados; ya no sólo por la situación de violencia social, como hace un año, sino también por la pérdida de empleos, los impuestos inminentes y el deterioro generalizado del nivel de vida. La gente hizo todo lo posible por pasarse “el grito” con algún chisguete de optimismo acompañado con un necio cariño por este país. Pero cada vez es más difícil comprender por qué celebrar la independencia cuando los mexicanos no hemos sido capaces de salir de un bache de desarrollo que ya ha acumulado tres décadas. Hoy somos menos libres, menos prósperos, menos felices que hace 30 años.
Es una vergüenza nacional que la pobreza se haya mantenido, incluso se haya acentuado durante ese periodo. Es inexplicable que un país que gozó de una oportunidad histórica para desatar un acelerado desarrollo en los años setenta, la haya desperdiciado de manera tan miserable. Me explico, y lo hago apoyándome en datos que bajé del sitio de PEMEX: en 1971 el pescador campechano Rudecindo Cantarell observó una mancha de aceite que brotaba del mar cerca de Ciudad del Carmen. En junio de 1978 se supo que se trataba del descubrimiento de uno de los yacimientos marinos más grandes del mundo, el sexto por tamaño de sus reservas. De la noche a la mañana México se colocó entre las potencias petroleras: de producir 750 mil barriles diarios en los años setenta brincó a los 2.5 millones en los ochenta, 2.8 en los noventa y hasta más de 3.2 millones al iniciarse el milenio. Cantarell representó entre un tercio y la mitad de esa cantidad.
A la abundancia del recurso más valioso en un mundo ávido de energía, México sumaba su privilegiada posición geográfica como vecino de la economía más consumidora de petróleo. Teníamos al mejor cliente en la puerta de al lado. Cualquiera hubiera podido apostar a que México abandonaría el subdesarrollo en menos de una década. En los setenta los mexicanos éramos pobres, pero menos que los españoles, los coreanos o los brasileños. Hoy es al revés. ¿Qué nos pasó?
Sostengo es que el sistema político mexicano destruyó esa oportunidad. Las administraciones sexenales, sin posibilidad de reelección, actuaron siempre en función del interés inmediato y personal del presidente en turno. El centralismo y la presidencia imperial favorecieron la toma de decisiones irresponsables; primero se hipotecó al país cuando los políticos tomaron las decisiones financieras estratégicas ignorando las veleidades del mercado. No se previeron escenarios alternos, sino que se apostó a la seguridad de la abundancia. La enorme deuda nacional se tragó los beneficios del petróleo durante una década y media. Los gobiernos, ávidos de recursos pero ineficaces para recolectarlos fiscalmente, se acostumbraron a sorberlos de PEMEX y dejar exánime a la empresa. Luego vino la quiera financiera del país en 1995, y el FOBAPROA impuso aún más presión sobre las urgencias dinerarias del sector público. Esa fue la segunda gran sangría nacional, que anuló definitivamente la petrolera promesa de desarrollo.
Los gobiernos federales no administraron con sabiduría este recurso no renovable; más bien lo dilapidaron. En primer lugar la renta petrolera nunca debió formar parte del ingreso fiscal. Si se hubiera actuado con visión de estado, incluso con visión empresarial, se habría destinado a dos propósitos: fortalecer las capacidades técnicas de PEMEX -no de su sindicato- y establecer un Fondo Nacional de Infraestructura ante el cual los gobiernos de los tres niveles podrían concursar obras de gran impacto para el desarrollo nacional y regional. El fondo sería conducido por un consejo técnico y de administración que gozara de autonomía e independencia política. Eso hubiera garantizado un sector público fuerte en términos fiscales, y la inversión productiva de los recursos incidentales del petróleo.
Nos acercamos al aniversario de dos centurias del inicio de una revolución de independencia que en teoría nos convirtió en un país libre. Y la libertad era sólo un primer paso para ser prósperos y felices. Dudo mucho que hayamos avanzado hacia esa aspiración en estos treinta años, al contrario. La borrachera petrolera nos promete una cruda que nos hará renegar de los veneros del petróleo que nos escrituró el diablo.

2 comentarios:

Juan Azahel Cortés Sánchez dijo...

Como siempre, mis respetos por sus agudos y atindos articulos.

Un saludo.

Azahel

Luis Miguel Rionda dijo...

Muchas gracias Azahel!!