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martes, 29 de diciembre de 2009

Fin de año, crisis y esperanza

Fin de año, crisis y esperanza


Publicado en el de Guanajuato y 15Diario de Monterrey.

Ahora que termina el 2009 me di un poco a la reflexión sobre la década que se inicia en unos días. Para mí el momento es especial porque en enero cumpliré 50 años, y esa siempre es una edad que obliga a los balances y a los propósitos renovados para un futuro personal que se estrecha. La edad de los “nuncas” se me vino encima -“yo nunca me cansaba”, “a mí nunca me pasaba esto”, “a mí nunca me dolía nada”- y dio paso a los primeros achaques, al pastillero en el bolsillo, a los lentes para leer y a los dolores de espalda. En cambio mis hijos y mis alumnos se robustecen, sobre todo en lo intelectual, y sus charlas me hacen percibir mi inesperada anacronía. De golpe me he visto ubicado en una época que ya no es la mía a plenitud, y sin buscarlo al fin comprendo a mis padres cuando hace 25 años atravesaron por lo mismo.
Si el 2009 fue un año de nones, no fue de dones. Como millones de mexicanos, fui fuertemente afectado por la recesión económica y percibo la situación financiera familiar peor que hace un año. Con enojo recuerdo cuando el rubicundo y confiado Carstens aseguraba en octubre de 2008 que la crisis global nos afectaría muy poco, apenas una “gripita”, para resultar ahora que fuimos el país que peor manejó el asunto. México no crece, no genera oportunidades, y esto explica tanta migración laboral hacia los Estados Unidos y Canadá, y resulta que ya también hacia Europa. Les comento que en una estancia en Madrid hace dos meses vi a muchos paisanos trabajando allá sin documentos; en particular me impactó ver boleros mexicanos en la Gran Vía, que se anuncian como los “mejores boleros” de México. ¡Tres euros con 50 centavos la boleada, patrón!
Otro drama del 2009 fueron los 7 mil 300 muertos de este año, producto de la guerra oficial contra el crimen organizado que ya acumuló 16 mil 500 bajas totales en sus tres años de existencia. Además de los asesinatos, este combate ingrato ha llenado de presos las cárceles de México, que ya están sobrepobladas en más del 50%. 230 mil reclusos abarrotan la mayoría de las 433 prisiones de todo tipo que hay en el país. Sin embargo son pocos si pensamos que se ha calculado que más de 200 mil mexicanos están involucrados con actividades ilegales organizadas, y que todavía prevalece la impunidad.
México y los mexicanos estamos emproblemados. Para el 2010 se nos anuncian ya más medidas económicas, políticas y de seguridad pública que podrían complicar todo si nuevamente se desarrollan con torpeza, ingenuidad o soberbia. No hay mucho sustento para el optimismo, pero tampoco razones para el abandono. Yo me he dado como propósito de año nuevo concentrarme en la mejor simiente de la esperanza: los chavos, tanto mis hijos como mis estudiantes.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Momias de Guanajuato: patrimonio cultural y económico

Momias de Guanajuato: patrimonio cultural y económico


Publicado en el de Guanajuato.

Las momias de Guanajuato han sido un ícono de la ciudad del mismo nombre. Desde hace décadas, tal vez más de un siglo, esta localidad del centro de México se insertó dentro del imaginario popular nacional e incluso internacional como una auténtica “fábrica” de momias humanas naturales. No son las únicas, claro, pues existen otros lugares del país que experimentan fenómenos similares, como el convento de San Ángel en la ciudad de México, algunas cuevas del norte del país y de Baja California, y por supuesto las dos docenas de momias de Celaya.
Pero sin duda son las de Guanajuato las que han logrado la enorme popularidad que les ha permitido constituirse en el mayor atractivo turístico de una ciudad de por sí con muchos otros atractivos. Pocos turistas eluden visitar el museo instalado en las viejas catacumbas del panteón municipal de Santa Paula en la punta del cerro Trozado, y los que lo hacen alegan motivos que van desde el simple miedo, hasta el desprecio culterano hacia una atracción morbosa. Pero nadie es indiferente a los 115 cuerpos que se han acumulado desde que en 1869, pocos años después del estreno de ese panteón civil, se encontró el cuerpo preciosamente preservado del médico francés Remigio Leroy, muerto apenas un lustro antes.
Las momias de Santa Paula no se crean en la tierra, sino en los nichos, que logran aislar los cuerpos de los factores de degradación natural. Han sido muchos más los cuerpos momificados, pero sólo se pueden exhibir los que no son reclamados por sus familiares. Muchas momias más han sido destruidas por el deseo de la parentela de no ver expuesto al tío, a la abuela, a la curiosidad de turistas fisgones.
El hoy museo tiene relativamente poco tiempo de existencia. Y es que al principio la visita a las momias se hacía de forma clandestina, dándole su propina al panteonero, quien era el único beneficiario del morbo del visitante. Una crónica publicada en el periódico Guanajuato Diario del Bajío, el 5 de octubre de 1947, narra lo siguiente:
Para desentumirnos el espíritu no nos encontramos otra cosa que ir a ver a las momias, lo más visitado que hay por los turistas en Guanajuato. En una loma del panteón, se encuentra el osario. Se llega a un agujero abierto en el piso por el cual se encuentra, descendiendo por una escalera de caracol. Las momias están siendo “fliteadas” y “dedeteadas” por un fiel cuidador de la eternidad. Sin necesidad de fajas de papiro ni inyecciones de natrón, Guanajuato tiene como Egipto, la posibilidad de eternizar a sus muertos mediante un clima muy seco y un terreno calcáreo.
Contemplamos las momias a través de una vidriera. El espectáculo es macabro, como puede suponerse. Una mujer aprieta a un niño de pecho contra su cuerpo, un hombre ofrecer su cara atormentada. Otro aparece muy tranquilo, como aparece muy tranquilo, como si nada le hubiera sucedido. Basta de polvo mortal. Salimos de allí compungidos, haciendo una caravana al montón de calaveras que se apiñan en un rincón a la manera de frutos podridos.

Tal vez en la siguiente década las momias fueron atraídas a la égida del gobierno estatal. Aunque el panteón era municipal, el gobierno parroquial no podía hacerse cargo. A fines de los años sesenta trabajé un rato en mis vacaciones escolares como “boletero” de lo que pretenciosamente ya se llamaba “museo”, aunque estaba lejos de serlo. Se cobraba, creo, un peso por acceso. Había que entrar por la entrada principal del panteón, atravesar todo su cuadrángulo principal entre tumbas hermosas como la del general liberal Florencio Antillón, la del maestro Armando Olivares Carrillo –una enorme roca de conglomerado rojo guanajuatense- y muchos otros paisanos notables.
Sin embargo este recorrido por el panteón preparaba los ánimos asustadizos del fuereño. Hasta el extremo opuesto de la puerta principal se encontraba la entrada a las momias, que consistía en un agujero en el suelo donde descendía uno por una escalera pétrea de caracol, oscura y fría, que conducía hasta el osario en el subsuelo. Ya podrán imaginarse el estado de ánimo de cualquiera al llegar a la catacumba, un enorme subterráneo con bóveda de cañón que recorre todo el cuadrángulo del panteón. Y es que ese subterráneo cumplía la función de osario, donde se acumularon durante décadas miles de esqueletos que los llenaron casi completamente. Los encargados del panteón no destruían ni quemaban los huesos, tal vez por cuestión religiosa; sólo los acumulaban en esos enormes depósitos.
En 1970 se vació una de las cuatro galerías de ese subterráneo. Pude testimoniarlo de la mano de mi padre, quien coordinó el operativo por mandato del gobierno del estado. Miles y miles de huesos fueron extraídos de ese enorme pasillo y vaciados en una represa que se ubicaba en una cañada atrás del panteón. Hoy día es el estacionamiento del museo. Pocos saben que debajo de los autos de los turistas descansan hoy los restos mortales de miles de guanajuateños, sellados por el asfalto. A la galería se le abrieron las entradas y salidas actuales, que conducen hacia ese estacionamiento y el área comercial que da la bienvenida a los visitantes. Ya no es necesario entrar al panteón, pues éste se debe rodear por el camino al Pueblito de Rocha y llegar sin sustos ni sobresaltos previos a las higiénicas y curadas instalaciones del museo.
También en 1970, siendo yo y mis hermanos fanáticos admiradores de Santo el enmascarado de Plata, acudimos al panteón a admirarnos con la filmación de la película “Santo y Blue Demon contra las momias de Guanajuato”. No se permitía el paso al interior del edificio, pero nos tocó en suerte ver el rodaje de la escena en la que el Santo sale corriendo de Santa Paula y de un salto entra a su pequeño auto convertible para arrancar hecho la mocha. Cada vez que el luchador debió repetir la escena para tener la mejor toma, la chiquillada contenida detrás de una cuerda comenzábamos a corear el grito de guerra de todo buen admirador de matinée: “¡Saaanto!, ¡Saaanto!, ¡Saaanto!...”
Lástima, nunca nos pudimos acercar para pedirle su autógrafo; todavía lo lamento.
Esa película terminó de catapultar la celebridad nacional de las momias de Guanajuato. Todo turista hacía referencia a la explicación -jaladísima de los pelos- que daba el guía enano que en la película recibía a los visitantes. Y no faltaba quién preguntara por las momias de los luchadores, incluyendo el que había hecho el pacto con el diablo.
El museo de las momias fue regenteado por el DIF estatal desde los años ochenta hasta los noventa. Era una de sus fuentes de ingreso más importantes, que le permitía financiar sus programas asistenciales con independencia del subsidio oficial. Pero desde el inicio de los noventa comenzó a surgir una corriente de opinión entre los guanajuateños que defendía la necesidad de que el municipio recuperara su dominio sobre este bien público. Las voces fueron creciendo, y entre ellas se contó la mía. En una entrevista colectiva que sostuvimos los articulistas del periódico El Nacional de Guanajuato, ya desaparecido, con el entonces gobernador Vicente Fox, tomé la palabra para solicitarle que se tomara en serio la demanda local de que se reconociera la potestad municipal sobre este museo; Fox defendió el uso de los recursos a favor de los más pobres del estado; le dije: “señor, aunque los ingresos beneficien a los pobres de todo Guanajuato, recuerde que son los abuelos muertos de los que habitamos esta ciudad los que están exhibidos ahí”. Fox me concedió razón. Poco tiempo después se concretó el paso de las momias a manos del gobierno municipal durante la primera administración de Arnulfo Vázquez Nieto, quien no quitó el dedo del renglón.
La importancia de este museo rebasa el simbolismo cultural que implica este depósito macabro, que evidencia la fascinación mexicana por la muerte, tan lejana al menos como la poesía fatalista de Nezahualcóyotl. Hoy día esta colección se ha convertido en un componente básico de los ingresos municipales. Según un reporte de la oficina de acceso a la información del gobierno municipal, en los primeros nueve meses de este año ingresaron al museo de las momias 307 mil 451 visitantes. Es decir que es esperable que al año ingresen más de 400 mil, cada uno pagando entre 15 y 50 pesos, excepto los minusválidos que pagan un módico pesito.
Además el gobierno municipal ha descubierto que puede “rentar” las momias a promotores de espectáculos tanto nacionales como internacionales, que han convertido a estos secos cadáveres en nuevos trashumantes, que se pasean por el mundo asombrando a legos y expertos. Nuevos y jugosos ingresos a las arcas municipales. Momias que son embaladas como valiosos y delicadísimos papiros, aseguradas por cuatro millones de pesos cada una. Grupos de entre siete y veinte momias-turistas han viajaron a varias ciudades del país, incluyendo la ciudad de México en últimas fechas, a donde acudieron acompañadas de sus hermanas menores de Celaya, no tan célebres. Y han viajado también a los Estados Unidos y al Japón, y quién sabe a dónde más les depara el futuro. Es una ironía que estos guanajuateños muertos estén viajando ahora mucho más lejos que durante sus estrechas vidas pasadas. Incluyendo el médico francés.
En este año 2009 el impuesto predial del municipio de Guanajuato representa casi 26 millones de pesos. Pero los ingresos por el cobro de los accesos al museo de las momias representan 26 millones 132 mil pesos, más alrededor de 400 mil por la renta de los locales comerciales y el cobro del estacionamiento frente al museo. Si consideramos que el total de ingresos del municipio suma poco más de 338 millones de pesos al año, vemos cómo un 7.8% de esa cantidad proviene de las momias. Es extraordinario considerando que es un museo. ¿Habrá otro museo en México que genere tantos ingresos?

viernes, 18 de diciembre de 2009

Si de reformas se trata...

Si de reformas se trata...


Publicado en Milenio de León.


La iniciativa del presidente Calderón para emprender una nueva reforma política irrumpió en el conjunto nacional como un trueno en descampado. Aunque el dirigente había insinuado algo sobre el asunto, pocos esperaban que la eventual propuesta tuviese tamaño calado. Muchos creíamos que la administración federal se encaminaba a dedicar su último trienio a rescatar lo salvable luego de los dos grandes fracasos de la gestión: la imposible batalla contra la delincuencia organizada, y el fiasco económico agravado por el torpe manejo de la crisis y el fracaso de la reforma fiscal. El desinterés evidenciado por el ejecutivo durante estos tres años hacia la reforma del Estado, indicaba que Calderón, como en su tiempo Fox, no buscaría agitar el avispero político con reformas en la materia. Todavía hace poco tiempo un fantasma recorría los medios de comunicación: se trataba de Porfirio Muñoz Ledo, el “ángel de la reforma del Estado”, que se quejaba lastimeramente -¡ay, mis hijos!- de la inmovilidad en esta cuestión.
Cuando a principios de septiembre pasado el presidente de la República presentó con maneras grandilocuentes su decálogo de prioridades para el resto de su mandato, colocó a la reforma política en el último lugar de las diez recetas, expresada además de significativamente parca: “Emprender una reforma política de fondo que incluye a la electoral”. Nadie supo a qué se refería con ese “de fondo”, y además puso nerviosas a las autoridades electorales, pues se recuerda bien que la última reforma electoral tuvo como bajas colaterales a los consejeros generales y al propio presidente del IFE.
El nuevo subdecálogo -ahora político- presentado a la consideración del legislativo, recoge algunas de las propuestas que se han ventilado en diferentes foros, comisiones, asociaciones –como las que ha conducido el propio Muñoz Ledo-, y por opinadores diversos. Lo sorprendente es que las ideas sean signadas ahora por quien se opuso en sus tiempos de legislador a varias de ellas, por considerarlas riesgosas.
Las mociones calderonistas no son novedosas pues, sólo exceptuando los “candados” aquí y allá, y las dos últimas de la lista. Pero sí son de largo alcance. Por eso creí que, antes de lanzar este guante, el presidente y su secretario de Gobernación habrían hecho la tarea de “planchar” previamente sus ponencias con los líderes parlamentarios opositores, de tal manera que el anuncio no pareciera como una sorpresiva ocurrencia, destinada al naufragio. Las recientes declaraciones de los dirigentes de los partidos parecen confirmar esta última impresión.
Por ello me pregunto si la iniciativa no tiene precisamente el objetivo de crear desconcierto entre las oposiciones, y que la negociación a que pronto dará lugar tendrá como intención real sacar adelante sólo los dos últimos puntos del decálogo. A saber, las dos “iniciativas preferentes” del ejecutivo por cada periodo legislativo, y las “observaciones parciales o totales a los proyectos aprobados por el congreso y al presupuesto de egresos de la federación”. Los ocho ítems iniciales serían todos negociables o incluso sacrificables. Si mi sospecha es correcta, la iniciativa vendría a significar un verdadero caballo de Troya.
Ojalá me equivoque, y que el poder legislativo federal retome esta invitación para llevarla aún más allá de lo planteado por el ejecutivo. Hay bondades en el decálogo que deben ser evaluadas y mejoradas. Por ejemplo, la reelección de los miembros de los ayuntamientos es una demanda ya vieja, que presenta más ventajas que desventajas. Entre estas últimas se ha señalado el peligro real de que se consoliden los cacicazgos, como los que hoy vemos accionar en varios municipios del país mediante estratagemas como las “parejas presidenciales” –matrimonios que se suceden uno al otro en el poder-, las “dinastías” –los cargos se heredan de una generación a la otra- y los monigotes –terceros que se prestan a servir de peones del maximato local-. Claro que el peligro existe, sobre todo en los municipios con un bajo nivel de institucionalidad, presas fáciles de los clientelismos o los “seductores de la patria”, bueno “de la matria”. Pero en contraparte las ganancias en cuanto a la profesionalización de la función y en garantizar la rendición de cuentas son muchas.
Una palabra final sobre la composición del congreso: me parece grave proponer la reducción de los distritos uninominales; al contrario, si se puede hay que incrementarlos para que la reducción en los plurinominales no se traduzca en una menor correspondencia entre la fuerza electoral de los partidos y su número de curules. No veo el problema en desaparecer totalmente los pluris, si a cambio se incrementan los unis. Al reducirse el número de ciudadanos por distrito, la representación se mejora al reforzar el vínculo entre representante y representados. Pero todo esto hay que discutirlo frente a nuestros legisladores, antes de que nos tomen por cachirulos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Los nuevos expertos sociales

Los nuevos expertos sociales


Publicado en Milenio de León.

Hace algunos años, digamos 15 ó 20, el estado de Guanajuato era un campo olvidado para las ciencias sociales nacionales. Este espacio social del centro de México sólo había llamado la atención de historiadores y de algunos economistas. Muy pocos sociólogos, etnólogos, psicólogos sociales o politólogos habían desarrollado estudios de corte científico social sobre la compleja dinámica comunitaria de esta entidad y de sus regiones y municipios. Había habido algunos esfuerzos aislados por instaurar una tradición local en este campo, y la más destacada fue el efímero Colegio del Bajío (1980-1989), fundado por don Wigberto Jiménez Moreno, a quien había sucedido en 1986 doña Guadalupe Rivera Marín, la hija del gran pintor Diego. Este centro de estudios superiores fue liquidado por una decisión política del entonces gobernador, Corrales Ayala, afectado por la simpatía de doña Guadalupe hacia el Frente Democrático Nacional.
La Universidad de Guanajuato (UG) había experimentado un boom en el campo de las humanidades en la primera parte de los años cincuenta, gracias a la sensibilidad de los rectores de entonces y del gobernador Aguilar y Maya. Pero después se cayó en un desinterés incomprensible. La huelga universitaria de 1977 alimentó los prejuicios contra las ciencias sociales debido al protagonismo de profesores y alumnos de la Escuela de Filosofía y Letras. Y se cayó en un marasmo que impidió el desarrollo natural de las disciplinas sociales en el estado. Fue hasta 1989, con la fundación del Centro de Investigación en Ciencias Sociales de la UG (CICSUG) que se retomó la estafeta caída. Otras instituciones académicas, como la Universidad Iberoamericana, hicieron intentos por establecer programas de estudios sobre la sociedad local. Pero la acción se limitaba a la investigación académica, y no se formaron recursos humanos competentes para desarrollar estudios sociales o proyectos de intervención social.
Esto cambió radicalmente en el 2004, cuando se abrió una ventana de oportunidad gracias al interés de una asociación civil y de la propia institución. La primera fue la agrupación “Primero León”, encabezada por don Pablo Álvarez Padilla (q.e.p.d.), Franz Ignacio Espejel y el exsecretario de educación José Trueba Dávalos. Ellos supieron ejercer la presión social y política necesaria para que el gobierno estatal y la universidad asumiesen como prioritario abrir un nuevo campus multidisciplinario en León, donde no sólo se cultivaran las disciplinas tradicionales vinculadas a la salud, y las más recientes de la física, sino también las ciencias sociales. Y la universidad estatal fue sensible a la demanda.
Se inauguraron ese año las licenciaturas en Sociología, Antropología Social y Trabajo Social. También se abrieron opciones leonesas de programas preexistentes: Desarrollo Regional y Administración Pública, que la UG ya impartía en Salvatierra y Guanajuato. Poco tiempo después se abrió la licenciatura en Cultura y Arte, con el estreno de las instalaciones universitarias en el Forum Cultural Guanajuato. Así, casi de golpe, seis programas de reciente factura se ofrecieron a la sociedad leonesa y guanajuatense en general. Hoy día suman ya 658 estudiantes dentro de las seis opciones anteriores, que desde enero aglutina la División de Ciencias Sociales y Humanidades del Campus León de la UG.
Esta semana egresó la segunda generación (2005-2009) de las licenciaturas en Sociología, Antropología social, Desarrollo Regional y Trabajo Social. Son 13, 11, 12 y 23 chicos que deberán insertarse en un mercado de trabajo que aún no está “domesticado”, pues los empleadores públicos y privados no conocen todavía las habilidades y competencias con que estos conocedores de lo social han sido provistos. Y déjenme asegurar que son muchas esas aptitudes: comenzando con que conocen los métodos para hacerse de información pertinente y confiable sobre problemáticas de alto impacto social, como la pobreza, la violencia social, el suicidio, la migración, las relaciones de género, la dinámica poblacional, el análisis político, la administración gubernamental, la gestión y creación culturales, la educación y sus procesos sociales, y un largo etcétera.
Nuestros egresados podrán optar por dos caminos principales: incrustarse profesionalmente en un mercado de trabajo al que todavía hay que “educar” y convencer de las capacidades con que fueron formados; o bien dedicarse a perfeccionar y profundizar en sus habilidades para la docencia y la investigación, y continuar formándose en posgrado. Ambas vías tienen sus ventajas y desventajas. Pero sin duda será nuestra sociedad regional la que saldrá beneficiada por la participación de estos nuevos especialistas en la resolución de sus problemas más acuciantes. ¡Felicidades y bienvenidos, nuevos colegas!

martes, 8 de diciembre de 2009

Llegan los años diez

Llegan los años diez


Publicado en el de Guanajuato, y en 15Diario de Monterrey.

Es increíble, pero ya pasaron diez años de cuando el mundo entero esperaba ansioso el arribo del tercer milenio de la era cristiana. Las personas siempre vemos con supersticiosa angustia las cifras redondas, o bien las que contienen cierta uniformidad o analogía, como sucede con el anuncio del inminente fin del mundo “según la mitología maya” el 21 de diciembre de 2012: números análogos, pero del calendario gregoriano, no del maya. En fin, que como un suspiro pasó esta primera década del siglo XXI, y hoy se halla uno diez años más viejo, con varios familiares y amigos queridos ausentes para siempre, y con las imborrables huellas del tiempo en el rostro, pelo y estómago. Pero tal vez también hayamos encontrado nuevas formas de ver pasar esta vida.
Dentro de unos días entraremos a la segunda década de este siglo, que poco a poco está dejando de ser nuevo. Comenzaremos a vivir en los años “diez”, que hace cien años acarrearon pena, guerras y desgracias al mundo y a nuestro país: una revolución sangrienta que segó la vida a un millón de mexicanos; una guerra mundial que despidió del mundo a 25 millones más; una epidemia de influenza que mató a todavía más gente, pues calculan que produjo una mortalidad de alrededor de 50 millones a nivel global. Década oscura aquélla, que ojalá no se repita. Pero mucho se habla de situaciones paralelas entre ese entonces y hoy día. 46 millones de pobres en México, depauperados por una crisis que nadie puede controlar, y bajo la amenaza de nuevas pandemias universales, aderezado todo con un clima de violencia social desatado por la infausta guerra contra el narcotráfico. Todo ello nos lleva a temer que los fatídicos dieces en la historia de México –si consideramos también la década equivalente del siglo XIX y la guerra insurgente- pueden volverse a presentar en la nueva centuria.
Nos preparamos para el festejo navideño y el fin de otro año más. Y lo hacemos en medio de la incertidumbre social y económica. Nadie tiene seguro el empleo –a menos de pertenecer a un sindicato charro-, y todos nos preguntamos cuándo saldremos de la interminable crisis. Cuándo terminará la inseguridad y la masacre cotidiana de centenares de mexicanos a manos de polis o de malandrines –aunque a veces son lo mismo-. Ya ni en los tranquilos pueblos del Bajío se vive tranquilo, pues no falta el matarife que extermine a familias completas.
Tiempos muy inquietos y alarmantes son estos. Nada anuncia mejora inmediata, pues nuestro país ha venido desperdiciando la mejor oportunidad de su historia para salir de la pobreza, en buena medida debido a nuestra incapacidad de escucharnos los unos con los otros. Nuestra inauguración en la democracia no facilitó la construcción de un proyecto compartido de Nación, pues todos se creen poseedores de la única verdad. No supimos convertir a la política en herramienta para el progreso económico y social. Y eso nos condena a la desventura en los malhadados años diez.

viernes, 4 de diciembre de 2009

IFE: hacia la participación democrática

IFE: hacia la participación democrática


Publicado en Milenio de León y en 15Diario de Monterrey.


La Constitución mexicana determina -en su artículo 41 fracción V párrafo noveno- que el Instituto Federal Electoral no sólo tendrá a su cargo la organización de las elecciones federales, sino también la obligación de promover la cultura cívica democrática, y con ello ayudar en la construcción de una ciudadanía informada, crítica y participativa. Esto se dice fácil, pero representa una enorme responsabilidad en un país con fuertes raigambres autoritarias, que históricamente han inhibido las capacidades de autogestión, organización y conciencia de los derechos y las garantías individuales. Desde que tenemos historia escrita hemos sido un país de súbditos, primero del Tlatoani, luego del Rey, incluso de los fugaces emperadores y de los caudillos seductores del siglo XIX. Y ni hablar del presidencialismo imperial de Porfirio Díaz y de sus sucesores revolucionarios y posrevolucionarios.
Construir ciudadanía es una tarea que ha sido descuidada a propósito por regímenes autoritarios que no promueven la forja de conciencias críticas y participativas. Como ejemplo le propongo al lector estudiar los valores tácitos o explícitos de los libros de texto –gratuitos o no- en que estudiamos los que hicimos nuestra primaria en los años del “desarrollo estabilizador” -sesenta y setenta-. Se nos enseñaba como valor básico el “respeto a la autoridad”: a nuestros padres, a nuestros maestros, y por supuesto al gobierno y su expresión materializada en el señor presidente. Se nos decía que debíamos agradecer nuestros acotados derechos al sacrificio de personajes notables, siempre superiores a las masas o a las clases que dirigían, a las que sólo se les permitía aullar: ¡Gracias señor presidente! Los críticos eran vistos como “revoltosos” o ingratos, incluso subversivos. Unos cuantos intelectuales como Pablo González Casanova o Daniel Cosío Villegas, teorizaban sobre la democracia política, inexistente en los hechos en México.
La situación ha cambiado mucho desde la emergencia ciudadana que significó la respuesta a los sismos de 1985 y el fraude electoral de 1988. La generación “post-68” se levantó para obligar al Estado mexicano a ceder espacios de participación efectiva, y esto explica la reforma política de 1989 y el nacimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) al año siguiente. No dudo en proponer esa fecha como parteaguas en la cultura política nacional, y el inicio de una nueva relación entre ciudadanos auténticos y el poder.
¿A qué viene este rollo? Pues que me lo motiva el haber acudido el jueves pasado a la presentación y puesta en marcha en el estado de Guanajuato del “Modelo de Educación para la Participación Democrática” por parte del IFE y su junta local ejecutiva. Fui amablemente invitado por el maestro Jaime Juárez Jasso, vocal ejecutivo, y el licenciado Felipe Ruiz Ochoa, vocal de capacitación electoral. El primero nos explicó cómo el instituto inició sus actividades en el ámbito de la educación cívica con programas dirigidos hacia los niños y escolares. Se buscó educar para la participación política desde la más tierna edad. Pero hasta ahora poco había hecho el IFE para incidir de forma directa en la cultura política de los adultos. A esta necesidad responde el nuevo modelo-taller, que se dirige a las poblaciones mayores de edad en espacios sociales marginales o vulnerables, donde es más urgente formar ciudadanía.
Fue muy pertinente que la junta local del IFE haya invitado a tres destacados analistas, de profunda raíz académica, a comentar el programa: el doctor en filosofía Javier Corona, director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades del Campus Guanajuato de la Universidad de Guanajuato; el maestro en letras y pedagogía Mario Padilla Lobato, especialista en educación y rector del Campus Guanajuato de la Universidad de León, y el doctor Carlos González Martínez, experto internacional en la materia electoral y en educación cívica, y consultor de diversas organizaciones políticas y académicas. Sus puntos de vista tan contrastantes nos permitieron hacernos de una visión integral de la problemática real que exige el impulso de una nueva cultura de la participación y de la exigencia ciudadanas. Javier nos llevó hasta los orígenes del pensamiento filosófico sobre el concepto de ciudadanía; Mario cuestionó el método constructivista por competencias propuesto en el modelo, y propuso enriquecerlo con una visión humanista y solidaria.
El modelo propone un taller con una metodología muy clara y pertinente. Trabaja con grupos limitados, para favorecer la reflexión conjunta y el “empoderamiento” individual. Espero que el IFE pueda aplicarlo extensivamente, y que así consolide su presencia permanente en una sociedad urgida de participación comprometida.

martes, 1 de diciembre de 2009

Universidades bajo asedio

Universidades bajo asedio


Publicado en el de Guanajuato, y en 15Diario de Monterrey.

La educación superior en México, tanto pública como privada, atraviesa por una situación esquizofrénica, en particular en lo relacionado con su vínculo con el Estado. Me explico: existen abundantes estudios de gran calidad, generados por instancias como la UNESCO, el Banco Mundial o la OCDE, que han puesto en evidencia el enorme poder que tienen como catalizadores del desarrollo la educación superior y la innovación científica. Esto no es un misterio, ni se pone en duda cuando se debaten las causas de nuestra postración económica desde hace 30 años. El gobierno mexicano lo reconoce en el discurso, pero cuando se trata de evidenciarlo con recursos, se muestra reticente y avaro. La iniciativa de presupuesto de egresos que envió el presidente Calderón prevía un recorte de 6.2% al presupuesto de las universidades públicas. Como más del 85% del gasto de esas instituciones se compone de gasto no programable –salarios y prestaciones-, ese recorte significaría en los hechos un decremento de dos quintos de su gasto de inversión en infraestructura, nuevos proyectos, capacitación, extensión y muchos otros ámbitos de acción y crecimiento. Hubiera sido un recorte no limitado a la grasa, sino que llegaría al hueso.
Por su parte las instituciones privadas enfrentan una retracción en la demanda de educación superior que se inició hace más de diez años. Todas esas universidades han debido competir en condiciones desfavorables, debido a la crisis económica y la restricción de la capacidad de las familias de clase media. En términos reales, sus colegiaturas se han congelado, si no es que disminuido. Por ejemplo el Tec de Monterrey ofrece convenientes planes de crédito, no conocidos hace poco tiempo. El gobierno no tiene un programa efectivo de estímulo a la oferta privada, más que el de ahogar a la oferta pública.
Lo contradictorio de la actitud oficial ha sometido a las instituciones a una dinámica perversa: por un lado se impone la necesidad de expandir la oferta para retener a una creciente población de jóvenes adultos que podrán demandar acceso un mercado de trabajo deprimido; pero por otra se restringen los apoyos financieros y humanos, además de someter a la comunidad académica nacional a un esquema de evaluación brutal y desconsiderada, basada en la convicción de que los educadores son inevitablemente deshonestos.
El Estado mexicano ha renunciado a la posibilidad de impulsar con decisión la formación de recursos humanos de alta calidad. Se ha impuesto la lógica elemental de las “ventajas comparativas”, que reconoce competitividad en la oferta de mano de obra barata con bajísima calificación. Así se evidencia en la política de atracción de maquiladoras e industrias golondrina.
Afortunadamente los diputados y senadores evitaron la sinrazón del recorte a las universidades, y restituyeron casi en su totalidad el presupuesto necesario para que la educación superior pública pueda mantener o incrementar sus estándares. Pero la intentona puso en evidencia que nuestros políticos carecen de visión de largo plazo, y que sólo reaccionan a las exigencias de lo contingente. Lástima.