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viernes, 4 de diciembre de 2009

IFE: hacia la participación democrática

IFE: hacia la participación democrática


Publicado en Milenio de León y en 15Diario de Monterrey.


La Constitución mexicana determina -en su artículo 41 fracción V párrafo noveno- que el Instituto Federal Electoral no sólo tendrá a su cargo la organización de las elecciones federales, sino también la obligación de promover la cultura cívica democrática, y con ello ayudar en la construcción de una ciudadanía informada, crítica y participativa. Esto se dice fácil, pero representa una enorme responsabilidad en un país con fuertes raigambres autoritarias, que históricamente han inhibido las capacidades de autogestión, organización y conciencia de los derechos y las garantías individuales. Desde que tenemos historia escrita hemos sido un país de súbditos, primero del Tlatoani, luego del Rey, incluso de los fugaces emperadores y de los caudillos seductores del siglo XIX. Y ni hablar del presidencialismo imperial de Porfirio Díaz y de sus sucesores revolucionarios y posrevolucionarios.
Construir ciudadanía es una tarea que ha sido descuidada a propósito por regímenes autoritarios que no promueven la forja de conciencias críticas y participativas. Como ejemplo le propongo al lector estudiar los valores tácitos o explícitos de los libros de texto –gratuitos o no- en que estudiamos los que hicimos nuestra primaria en los años del “desarrollo estabilizador” -sesenta y setenta-. Se nos enseñaba como valor básico el “respeto a la autoridad”: a nuestros padres, a nuestros maestros, y por supuesto al gobierno y su expresión materializada en el señor presidente. Se nos decía que debíamos agradecer nuestros acotados derechos al sacrificio de personajes notables, siempre superiores a las masas o a las clases que dirigían, a las que sólo se les permitía aullar: ¡Gracias señor presidente! Los críticos eran vistos como “revoltosos” o ingratos, incluso subversivos. Unos cuantos intelectuales como Pablo González Casanova o Daniel Cosío Villegas, teorizaban sobre la democracia política, inexistente en los hechos en México.
La situación ha cambiado mucho desde la emergencia ciudadana que significó la respuesta a los sismos de 1985 y el fraude electoral de 1988. La generación “post-68” se levantó para obligar al Estado mexicano a ceder espacios de participación efectiva, y esto explica la reforma política de 1989 y el nacimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) al año siguiente. No dudo en proponer esa fecha como parteaguas en la cultura política nacional, y el inicio de una nueva relación entre ciudadanos auténticos y el poder.
¿A qué viene este rollo? Pues que me lo motiva el haber acudido el jueves pasado a la presentación y puesta en marcha en el estado de Guanajuato del “Modelo de Educación para la Participación Democrática” por parte del IFE y su junta local ejecutiva. Fui amablemente invitado por el maestro Jaime Juárez Jasso, vocal ejecutivo, y el licenciado Felipe Ruiz Ochoa, vocal de capacitación electoral. El primero nos explicó cómo el instituto inició sus actividades en el ámbito de la educación cívica con programas dirigidos hacia los niños y escolares. Se buscó educar para la participación política desde la más tierna edad. Pero hasta ahora poco había hecho el IFE para incidir de forma directa en la cultura política de los adultos. A esta necesidad responde el nuevo modelo-taller, que se dirige a las poblaciones mayores de edad en espacios sociales marginales o vulnerables, donde es más urgente formar ciudadanía.
Fue muy pertinente que la junta local del IFE haya invitado a tres destacados analistas, de profunda raíz académica, a comentar el programa: el doctor en filosofía Javier Corona, director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades del Campus Guanajuato de la Universidad de Guanajuato; el maestro en letras y pedagogía Mario Padilla Lobato, especialista en educación y rector del Campus Guanajuato de la Universidad de León, y el doctor Carlos González Martínez, experto internacional en la materia electoral y en educación cívica, y consultor de diversas organizaciones políticas y académicas. Sus puntos de vista tan contrastantes nos permitieron hacernos de una visión integral de la problemática real que exige el impulso de una nueva cultura de la participación y de la exigencia ciudadanas. Javier nos llevó hasta los orígenes del pensamiento filosófico sobre el concepto de ciudadanía; Mario cuestionó el método constructivista por competencias propuesto en el modelo, y propuso enriquecerlo con una visión humanista y solidaria.
El modelo propone un taller con una metodología muy clara y pertinente. Trabaja con grupos limitados, para favorecer la reflexión conjunta y el “empoderamiento” individual. Espero que el IFE pueda aplicarlo extensivamente, y que así consolide su presencia permanente en una sociedad urgida de participación comprometida.

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