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viernes, 29 de octubre de 2010

Democracia y ciudadanía

Democracia y ciudadanía

Publicado en Milenio de León.

En las democracias modernas se dice que todos los ciudadanos son objeto de derechos y obligaciones. En los países democráticamente consolidados ambos factores -derechos y obligaciones- están adecuadamente equilibrados: el ciudadano cumple con el pago puntual de sus impuestos, obedece la ley y se preocupa por mantener una convivencia lo mejor posible con sus congéneres; el Estado, por su parte, provee de servicios públicos de calidad, aplica la ley sin concesiones, asume su papel de árbitro entre los actores sociales, económicos y políticos, y se compromete con una visión de largo plazo en el desarrollo ordenado y armonioso entre sociedad y medio ambiente. La sustentabilidad pues.
En el caso de los países bisoños en los usos democráticos, como es México, ni sociedad ni gobierno encuentran con oportunidad su nuevo lugar dentro del concierto de la modernidad. El ciudadano se resiste a abandonar la comodidad del viejo clientelismo paternal, que le garantizaba, sin mucho esfuerzo, un mínimo de confort y seguridad social; sólo se le demandaba de vez en cuando evidenciar su apoyo al sistema mediante su voto predefinido o bien su presencia en movilizaciones que legitimaban decisiones cupulares (¿recuerdan el “¡Gracias Señor Presidente!”?). El gobierno de hoy, por su parte, añora las ventajas del arcaico centralismo autoritario, cuando un solo gran taumaturgo tomaba todas las decisiones trascendentales. Los políticos en México, viejos y nuevos, siguen convencidos de que el poder emana de sus personas soberanas, y no de la delegación social que se basa en el contrato constitucional. Actúan con soberbia al tomar decisiones que buscan beneficios particulares, propios o ajenos, y se irritan cuando son criticados por la opinión pública o publicada.
La transición democrática en México no podrá culminar nunca sin que se cree la auténtica clase ciudadana. Una ciudadanía informada, educada y crítica, que conoce sus derechos y sus obligaciones. Desgraciadamente, amplias capas de la población mexicana actual padece todavía la cultura política del súbdito, del cliente o incluso del delincuente potencial. Ya sea por falta de oportunidades, carencia de educación o de valores éticos, muchos mexicanos se han habituado a la pasividad cómoda, a la dependencia del gobierno o, en el peor de los casos, a la violación de la ley. Muchos creemos que esta ciudadanía despolitizada es el mejor caldo de cultivo para la ineficacia y la corrupción gubernamental. No por nada el gobierno mexicano se resiste a invertir los recursos económicos comprometidos en la ley y en tratados internacionales en la educación y todos sus niveles, así como en la ciencia, la tecnología y la cultura.
El rector de la UNAM, el doctor José Narro, es uno de los hombres más sabios del país. Él ha anotado la necesidad de que se aplique con urgencia una especie de FOBAPROA educativo, que rescate al sistema de instrucción nacional del estado de desastre en el que hoy se encuentra. Aseguró que si el país fue capaz de rescatar a sus bancos, hipotecando las finanzas públicas en un largo periodo, con más razón deberíamos ser capaces de emprender el rescate y limpieza del enorme aparato de educación pública nacional. El camino es conocido: atacar con voluntad política los vicios acumulados, e invertir con responsabilidad el mínimo de recursos que ordena la Ley Nacional de Educación: un 8% del PIB para la educación y un 1% para la ciencia y la tecnología. Eso equivaldría a duplicar o triplicar los actuales recursos dedicados a esas actividades, que deben ser consideradas como una inversión de mediano plazo. Sobre las universidades dijo que “necesitan buscar un presupuesto para que desde las instituciones se pueda hacer frente a problemas como la falta de agua, la generación de energía y la pobreza que vive el país, enfrentarlo hoy y en el largo plazo”. La ciencia y el conocimiento aplicados, la mejor herramienta contra el subdesarrollo.
La educación forma ciudadanía y consolida la democracia. Una evidencia empírica la tenemos en el municipio de Guanajuato, que goza del más alto índice educativo de la entidad. Ahí la clase media ilustrada y los jóvenes estudiantes han puesto a temblar a una autoridad municipal que se ha delatado anacrónica y rebasada por la movilización ciudadana. Los guanajuateños clasemedieros, apoyados en las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s) se han evidenciado como los ciudadanos del futuro, comprometidos con los valores intangibles de una ciudad que todavía forma parte de la lista del patrimonio cultural de la humanidad. Y no se limitaron a manifestar su enojo en la virtualidad del Facebook, sino que se han lanzado a las calles a exigir el respeto al entorno natural y cultural de esta ciudad amenazada. Llaman ahora a su tercera marcha de protesta contra la intención de urbanizar las faldas de La Bufa y Los Picachos; marcha que partirá este domingo 31 a las 10:00 desde la Escuela Normal Oficial en Paseo de la Presa. ¡Allá nos vemos!


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