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viernes, 28 de enero de 2011

Hillary en Guanajuato

Hillary en Guanajuato

Publicado en Milenio de León.

Unas cuantas horas, pero muy intensas, permaneció la canciller norteamericana Hillary Clinton en Guanajuato capital. Llegó con una hora de retraso al Aeropuerto Internacional de Silao, y media hora después, a las 13:30, ya se estaba dando un delicado abrazo con la canciller mexicana Patricia Espinoza, en la Alhóndiga de Granaditas. Muy pocos guanajuateños se dieron cuenta con anticipación del arribo, y el mero día sólo algunos sabían por qué la ciudad amaneció ocupada por soldados y policías federales. El miedo no anda en burro, y a muchos nos dio el “síndrome de Ciudad Juárez”. La triste verdad es que ya pocos mexicanos nos sentimos seguros en la cercanía de sardos y gendarmes.
Foto: AFP, EL Economista. En el AIG.

Hillary se dejó venir, según los opinadores prime time, para realizar una especie de “operación cicatriz” como resultado de la docena de cables de la embajada de los Estados Unidos en México filtrados por WikiLeaks, el sitio campeón de la transparencia internacional. Los cables diplomáticos son lo que deben ser: comunicaciones internas donde se dice la verdad cruda, al menos la verdad desde la percepción de la embajada emisora. En la política abierta es inusual hablar con verdades, y cuando éstas brotan suelen hacer estragos, como fue el caso. El presidente Calderón se sintió agraviado de forma personal por ciertas afirmaciones del embajador Pascual, y eso congeló la relación con el representante extranjero.

Al parecer, Hillary desempolvó una tibia invitación que le había expresado hace unos meses su contraparte mexicana y se dejó venir en visita relámpago. Las palabras elogiosas que pronunció en el austero pero magnífico patio de la Alhóndiga evidenciaron su deseo de congraciarse con el gobierno mexicano, y desplegó su pegajosa simpatía. A su entrada al histórico edificio una quincena de parroquianos, algunos de ellos estudiantes de la Universidad de Guanajuato, habían podido lanzarle gritos tanto de bienvenida como de reclamo por la violencia en que vivimos desde que se declaró la guerra a las mafias de las drogas. El hecho es llamativo, porque los guanajuatenses no solemos ser aspaventosos en nuestras expresiones públicas, pues tenemos más gusto por la grilla de cámara, a la florentina. Tal vez por eso nuestra ciudad fue elegida para recibir la delicada visita: es uno de los entornos urbanos que todavía conserva buena parte de su tranquilidad y placidez provincianas. No había demasiado peligro de que la visitante fuese importunada con airadas protestas públicas, pintas groseras y demás arsenal de las hordas de protestantes callejeros que depredan las calles del Distrito Federal y otras capitales. No, acá hasta pudo pasearse por Sopeña y el Jardín de la Unión, y comer en el Teatro Juárez (¿le habrá recordado al Teatro Ford de Washington, donde fue asesinado Lincoln?).

Dicen por ahí que Chava Santacruz, el jeque de los guías de turistas del terruño, todavía no se lava la mano con que condujo a la dama de hierro. Otros más dicen que tampoco se las han lavado el alcalde cuevanense y el gobernador panza verde. Ambos lucieron como adolescentes que cortejaban a una alta y güera quinceañera, la más apetecible de la secundaria.

La visita terminó donde debía hacerlo: en Los Pinos, con una hora y media de secretos diálogos con el presidente Calderón. Seguro que ahí se dijeron sus verdades, pero también seguro que volvieron a pesar más los reclamos del imperio. La guerra civil en la que estamos atorados sólo puede destrabarse con el apoyo de los mismos que ocasionaron el problema.
En fin, Hillary visitó Guanajuato y admiró las pequeñas pero enormes maravillas de una ciudad irrepetible, inconcebible y deslumbrante. Nada en Gringolandia iguala sus piedras, túneles, cerros y la colorida algarabía de casas y edificios que parecen derrumbarse sobre la cañada retacada. Mrs. Clinton: regrese otro día.


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