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viernes, 20 de noviembre de 2009

Diez y siete

Diez y siete

Por: © Luis Miguel Rionda ©

Publicado en Milenio de León.
Son los estados cuyos legislativos han aprobado reformas constitucionales en respuesta a obvias presiones que ejercen los sectores más conservadores del país sobre los dos institutos políticos más importantes, el PRI y el PAN. Diez y siete constituciones que han adoptado la premisa -falsa desde mi punto de vista- de que el respeto a la vida se traduce en el reconocimiento de la calidad humana a un cigoto en mitosis reproductora. Diez y siete congresos que han legislado al vapor un asunto de enorme trascendencia para un número igual de sociedades regionales, que se pretenden modernas, informadas y tolerantes.
El 14 de septiembre pasado Denise Maerker puso en evidencia en un artículo para el El Universal que el PRI, a pesar de asumirse con ideología socialdemócrata y de pertenecer a la Internacional Socialista, ha dado un viraje radical hacia la derecha en el tema de la penalización del aborto. Eran 15 los estados que entonces habían modificado sus constituciones; sólo faltaban dos para promover su asunción a reforma federal. Cito a Maerker: “De 187 legisladores priístas que han sido invitados a pronunciarse sobre iniciativas que implican la penalización de las mujeres por interrumpir sus embarazos: 172 han votado a favor, 15 en contra y 3 se han ausentado. En el 60% de los 15 estados en los que se ha modificado recientemente la constitución para ‘garantizar la protección de la vida desde la fecundación’ el PRI gobierna y tiene mayoría en el Congreso local.”
La antropóloga Marta Lamas declaró recién que en los años ochenta el PRI había apoyado iniciativas muy liberales sobre el tema de la libertad femenina de decisión sobre su cuerpo. Mucho tiempo antes que en el DF, en estados como Yucatán se había abierto la posibilidad de que la mujer optara por interrumpir su embarazo por motivos socioeconómicos. Y en general en las entidades gobernadas por ese partido los códigos aceptaban varias excepciones dentro de la prohibición del aborto en gestaciones avanzadas.
Curiosamente en Guanajuato ese partido evitó montarse -hasta donde pudo- en la ola nacional. La iniciativa fue presentada en el congreso local por la bancada panista, y en la sesión del 8 de mayo fue rápida y apretadamente aprobada por el 70% de los diputados, porcentaje necesario para modificar la constitución. En diez minutos los 23 representantes del PAN, más la diputada del PT (!) y dos diputados priístas -una mujer y un hombre, que después serían expulsados- garantizaron ese mínimo. Cuatro priístas, los tres perredistas y los dos verdes abandonaron la sesión. Un diputada priísta se ausentó.
En el diario de debates llama la atención que casi todos los diputados panistas “adornaron” sus votos con expresiones como “a favor de la vida, del embrión y de la mujer, ¡sí!”; “por la mayoría de mujeres que sí quieren la vida, ¡sí!”; “a favor de la vida, por todas las que la aman, ¡sí!” -emitidas todas por varones-. En cambio los tres opositores -dos de ellos mujeres- sólo pronunciaron un parco “sí”. Supongo que en algo les remordió la conciencia.
No es extraño que el PAN asuma la posición “Pro-Vida”, pues desde sus orígenes ha comulgado con la posición de la iglesia católica y los grupos conservadores sobre este tema. Se trata de una visión fundamentalista que se basa en el dogma de que la “persona humana” existe desde la fecundación. Esto es totalmente debatible, pues este concepto es definido así desde la vieja noción de que el “Hombre” fue creado a imagen y semejanza de Dios. Y no se puede exterminar lo divino. Pero si aceptamos la noción más científica y antropológica de que el ser humano es un animal más, que construye su “humanidad” desde lo social y no desde lo biológico, podemos sostener la convicción de que la “persona” sólo existe en función de su vínculo efectivo con la sociedad. Lo “humano” y el valor denominado “derecho a la vida” son relativos a momentos históricos concretos y a sociedades específicas. No existen como “valores universales” pues admiten demasiadas excepciones, incluso en nuestra propia realidad occidental y contemporánea.
Pero por supuesto, esta es una simple opinión personal. Pero la hubiera defendido en los debates que nunca se dieron. Las mayorías, incluso las artificiales, siempre se asumen como posesionarias de la única verdad. Así lo creyeron fascistas y comunistas.

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