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martes, 12 de enero de 2010

La Ciencia mexicana se pronuncia

La Ciencia mexicana se pronuncia


Por: © Luis Miguel Rionda ©
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El 5 de enero pasado la presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, junto con 16 expresidentes de la misma, publicaron una declaración conjunta en torno a las recientes reformas legales antiaborto que se han gestado en 18 entidades del país. El desplegado ha circulado profusamente entre la comunidad científica nacional, y hasta donde me he podido dar cuenta, su contenido ha despertado un apoyo unánime; o casi, pues no dudo que algún sector de la clase estudiosa perciba estos cambios legales como positivos para garantizar el “derecho a la vida”.
Inician su texto señalando que “Nuestra Academia y la comunidad científica nacional realizan constantemente esfuerzos comprometidos y expresiones de alerta para señalar los aspectos causantes de que el país siga rezagándose día a día con respecto al resto del mundo, como muestran objetivamente numerosos indicadores internacionales de desarrollo económico, social, político y humano.” Y continúan: “En este contexto, nos preocupa el inaceptable fenómeno regresivo que en los últimos meses ha estado socavando la racionalidad política en el país y amenazando con retroceder a etapas dolorosamente superadas hace siglo y medio.” Esto en referencia a las reformas que han definido que la persona humana existe desde la concepción, y que por lo mismo es sujeta de derechos.
No puedo estar más de acuerdo con estos líderes académicos. Es claro que la ciencia moderna ha procurado mantener un espíritu crítico que trasciende las preconcepciones, los tabúes y los dogmas de fe en que se sustentan los diferentes pensamientos unívocos, tanto los de carácter mágico-religioso -las religiones y sus jerarquías- como los político-ideológicos. Temas como el de la vida y su origen natural o divino, la evolución de las especies, el papel de la sexualidad y el erotismo, el carácter divino o animal de la humanidad y muchos otros, han dividido fuertemente a las tradiciones científica y religiosa. Tanto que ese antagonismo se ha traducido con frecuencia en amenazas, represión e incluso violencia hacia los impulsores del cambio y la revolución científica. Recordemos al tribunal de la inquisición, la persecución fascista de los heterodoxos y la condena al evolucionismo darwiniano, que hoy día se mantiene en el sur de Estados Unidos.
Dicen los presidentes de la AMC que existe “una incompatibilidad flagrante entre el concepto moderno, multifacético y complejo, de lo que es un ser humano y la simplista, arbitraria y poco informada definición de la vida en que se basan las reformas indicadas.” En esto reside la mayor de las amenazas del movimiento neoconservador impulsado desde los legislativos estatales, porque marca camino para futuras reformas involucionarias en campos como el educativo y en los espacios de la moral privada. La ignorancia con poder es sumamente peligrosa, pero es peor cuando esa rusticidad se envuelve de iluminismo, al asumirse como vigía de los valores “universales”. La moral, por su carácter subjetivo y relativo, no puede ser universal sino particular. Por eso, siempre será mejor dejar abiertos los espacios de la libertad, antes que cerrarlos obtusamente.

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