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sábado, 12 de junio de 2010

Frontera sangrienta, de nuevo…

Frontera sangrienta, de nuevo…


Publicado en Milenio de León.

Publicado en Eje Central, El Poder de las IdeasCEINPOL

Desde hace varios años los estudiosos de la migración internacional hemos venido denunciando que la frontera México-Estados Unidos se ha venido transformando en una auténtica zona de guerra. Así ha sucedido al menos desde que en 1994 se inauguró la infausta operación Guardián (Gatekeeper) en California, que fue rápidamente emulada por las operaciones “Interferencia” y “Salvaguarda” (Safeguard) en Arizona, y “Río Grande” y “Hold the line” en Texas. Docenas de organizaciones civiles de ambos países han denunciado sistemáticamente los abusos, las vejaciones y la violencia que se ejercen contra los trabajadores migratorios que intentan atravesar la frontera. Antes de ese año podían hacerlo por los espacios más seguros y habitados, pero ahora son prácticamente impenetrables; los lugares de paso se han corrido hacia páramos desiertos donde fácilmente pueden ser víctimas de atraco, abandono, violación, asesinato y abuso de la patrulla fronteriza.

Desde 1995 hasta 2009 se acumularon más de 5,500 decesos de migrantes mexicanos o centroamericanos en esa frontera de sangre. Equivale a más de 20 veces el número total de muertos producto del muro de Berlín en sus 28 años de existencia. Muchos de ellos ni siquiera pueden ser identificados, por lo que sus familias jamás sabrán de su desdichada suerte. El presupuesto que los Estados Unidos dedican al cuidado de su frontera sur se ha sextuplicado y el número de agentes se ha incrementado hasta los 22 mil 200, según su artículo en Wikipedia. Un verdadero ejército, que representa el cuerpo de policía más numeroso de esa nación. Sólo dos mil de ellos cuidan la frontera con Canadá.

Pero resulta que las enormes inversiones que ha realizado el país del norte en muros, vallas, alta tecnología de vigilancia, miles de nuevos agentes fronterizos, armamento y equipamiento sofisticado, etcétera, el flujo humano es casi imposible de detener. Cada año más de medio millón de aspirantes a trabajador migrante atraviesan la frontera de una manera o de otra. Y eso ha colocado a las autoridades migratorias de los Estados Unidos en una situación sumamente comprometida, pues no pueden justificar los enormes desembolsos de dinero público en una tarea sin fin. Los propios agentes de la migra están bajo esa situación de presión permanente. Tuve oportunidad de constatarlo personalmente durante un recorrido de una semana que la Embajada de los Estados Unidos en México nos brindó a una docena de académicos mexicanos. Recorrimos algunas de las instalaciones de la migra en los estados de Texas, Nuevo México y Arizona. En el enorme centro de detención de Nogales, Arizona, algunos agentes nos dieron, orgullosos, una demostración de sus armas “no letales” y sus técnicas de sometimiento de los “delincuentes” que traspasan la frontera. Nos comentaron que tienen autorizado el uso de esas armas, así como de las letales cuando su vida está en riesgo. Otro dato que me impactó es que alrededor del 60% de sus agentes en los sectores de su frontera sur tienen origen mexicano, es decir son chicanos o bien naturalizados. Todos los paisanos dicen que son los peores.

Esta última semana los mexicanos hemos sido impactados por dos asesinados brutales cometidos por agentes de esa guardia fronteriza. Un hombre indefenso y maniatado de 32 años en Tijuana, y un niño de 14 en Ciudad Juárez. Ambos casos fueron, para fortuna de la justicia, videograbados mediante teléfonos celulares, aparatos que se confirman como los mejores defensores de los derechos humanos. El abuso en ambos casos es demasiado evidente: en el primero los 20 agentes golpearon y electrocutaron por turnos a su víctima, y en el segundo el oficial, que sometía en el vado del río Bravo a un chico adolescente, se sintió amenazado por las piedras de otro niño que había logrado escapar, y le disparó en varias ocasiones hasta que le atinó a la cabeza. Ningún agente estaba en peligro de perder la vida, y sin embargo mataron sin piedad a sus víctimas.
La frontera se vuelve a teñir de sangre, pero cada vez más por sangre emanada de migrantes inocentes victimados por miembros abusivos de la patrulla fronteriza, que ya puede ser considerada como una de las peores amenazas de la frontera. El año pasado asesinaron a cinco migrantes, y en este, que va a la mitad, ya acumulan 17, según cifras de la SRE, instancia que todavía duda en presentar una nota diplomática al gobierno del vecino país. Hay que hacer algo…


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